En su diario de cautiverio, Cadenas de
libertad, el padre Pier Luigi Maccalli pedía “desarmar las palabras”.
Tras dos años como rehén en el desierto, conviviendo con piedras, arena y
estrellas, comprendió que la paz como “convivencia de las diferencias” solo
podía nacer de unas manos desnudas. Desarmar las palabras implica
liberarlas de prejuicios, ideologías de muerte y fronteras que inventan
enemigos.
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